Pese a que me considero ya a estas alturas un viajero con gusto por las grandes metrópolis en las que me desenvuelvo con soltura, no dejo totalmente de lado mi espíritu mochilero de cuando en cuando. Antes de pasar una temporada en la urbe elegida prefiero recorrer el país a mi aire, yendo de aquí para allá, mezclándome con sus gentes y empapándome de su historia. Finalmente acabo rendido y no es raro que haya sufrido alguna indisposición ocasional como la que narro en el siguiente fragmento. Mi primera diarrea del viajero en Vietnam, para ser exacto en Hoi An.
Marchando de Da Nang y llegada a Hoi an.
El timo del autobús.
Es día de marcha. Huyo de Da Nang donde solo encontré calor y no humano precisamente. El autobús para en la avenida perpendicular a la calle de mi hotel. A sólo 200 metros. Como a veces hago, miro el precio en internet para no ser timado, o al menos intentar evitarlo. Según diferentes «webs» son 20.000 dongs, aunque a los occidentales nos intentan engañar cobrándonos 50.000 (2€). Es un trayecto de 30/40 minutos, en cualquier caso es barato.
Subo al bus, me acomodan en la mejor plaza, MALO. Si te prestan muchas atenciones es síntoma seguro de que te van a engañar. Con el autobús ya en marcha me piden 100.000 dongs. Le digo que tururú, que de eso nada, que he visto el precio en internet y que los locales pagan 20.000d. Se indigna y comienza el regateo. Finalmente no consigo bajar de 50.000d, «me la metieron». Le digo «mala pécora» y me quedo más tranquilo.
En el hotel de Hoi An.
Llegamos a Hoi An. Como siempre al bajar del autobús, comisionistas, mototaxis y demás fauna te asaltan sin miramientos. Hoi An es un pequeño pueblo, mi hotel está a 500 metros y después del timo del bus estos no me sacan ni un dong. ¡Qué les den! En breve estoy en el hotel. Sencillo, pero bonito y muy limpio. Estaba algo abatido y había reservado habitación doble para descansar bien. Como la mayoría de hoteles, hostales y «guesthouses» en Vietnam, intentan venderte excursiones y billetes varios, ejercen de agencias de viaje. Me advierten que Hoi An es un pueblo pequeño que se ve rápido con tal propósito. Se que hay «tours» a My Son, a unos kilómetros situada, donde se pueden observar algunas ruinas. También alquilan bicis para visitar el casco antiguo. Paso.
El calor es insoportable. Me dirijo directamente a comer. Voy a un pequeño y barato restaurante que me han recomendado. Comida fantástica y una cerveza artesanal (bia hoi) muy barata: 3.000d (0,12€) la jarra y gratis la tercera… tomaré seis sin pensar que mi primera diarrea en Vietnam está al llegar. Medio pedo me dirijo al hotel donde descansaré hasta que baje el sol y caiga la noche.
Con el sol en su ocaso pongo rumbo hacia el centro histórico, garitas y guardias se disponen estratégicamente para cobrar una entrada (al occidental claro). Pues me niego, doy un rodeo y me cuelo, no soy el único. Allí paga solo algún despistado. Paseo por la orilla del río donde se disponen bares y un mercadillo.
Hoi An. Romántico paraíso para el viajero convencional.
Hoi An es realmente bonito, su núcleo urbano convertido en un bazar donde se venden artesanías y «souvenirs» diversos te retrotrae a tiempos pasados en la Indochina francesa. Las casas de estilo colonial bajo la luz de las linternas de papel dotan el lugar de un aura romántica. El puente japonés, icono del lugar, y que separa las antiguas zonas china y japonesa es de una belleza singular. Pasear por sus calles, sentarte en una terraza a la orilla del río, cenar en un restaurante a bordo de una barcaza, ver el mercadillo, comprar una linterna que una señora bajará al río con una larga caña dejándola flotar al albedrío de la corriente… También hay bares para extranjeros que evitaré por esta vez y una bonita playa a la que no podré ir.
Tras dar varias vueltas ceno en un bonito restaurante algo caro. Pido dos platos y un par de cervezas de barril. Y me dirijo al río donde sentado observo a la multitud. Placenteros instantes por los que ya merece la pena el viaje. Mi primera diarrea en Vietnam se sigue gestando.
Tras minutos u horas, no sé, cruzo el puente salvando la garita del guardia y paseando por las callejuelas regreso al hotel. Mañana más.
Al día siguiente. Llega la temida diarrea en Vietnam
Al día siguiente me levanto temprano, las calles están desiertas de turistas. Tomo la típica «baguette» con verduras y carne (banh mi) y me dirijo a ver el pueblo a la luz del sol antes de que el calor lo haga imposible.
Hay un mercadillo de frutas y verduras. Decido comprar una piña que una sonriente mujer ataviada de sombrero cónico me ofrece. La como con ansiedad y…… A CORRER. Se me revuelven las tripas, creo que no llego. Apurado, corro como un loco y finalmente lo consigo. Sera la peor «cagalera» del viaje, me tendrá en cama el resto del día con décimas de fiebre. Día perdido bebiendo suero y rezando para que no fuera a mayores.
La verdad es que no me privo de probar todo, las pocas precauciones que llevaba al principio hace tiempo que las abandoné. Si no puedo comer y beber en la calle como los locales prefiero quedarme en mi casa. Pero he tenido suerte, solo un par de indisposiciones pasajeras he sufrido en dos meses y no duraron más allá de una jornada.
Y no puedo contar mucho más de Hoi An. Podría decir que fue el más importante puerto del sureste asiático en el siglo I y un importante enclave comercial en los siglos XVI y XVII cuando japoneses, chinos, holandeses e indios se asentaron en su estratégico emplazamiento. También que es patrimonio de la humanidad según la Unesco. Todo ello y más lo podéis encontrar en la red si os interesa, así como maravillosas fotos. Aunque lo mejor es que vengáis a visitarla como cientos de turistas hacen.
Volveré a Da Nang desde donde volaré de vuelta a Saigón. En el fondo soy un urbanita y mi espíritu mochilero va decreciendo con la edad. Sin duda Hoi an merece una visita. Un par de días serán suficientes y está a un paso de Da Nang (tercera ciudad del país) y de Hue, capital imperial. Puntos de paso obligatorios si recorres el país de un extremo a otro.