Pattaya, ¿love or business?

Pattaya, ¿es posible el amor en la ciudad del vicio?

Como todos sabemos, es Pattaya la capital del ocio nocturno de Tailandia, si entendemos como ocio nocturno todo lo relacionado con «la diversión» diseñada para adultos en su más estricta expresión, sexo y desmadre desde que el sol se oculta hasta que sus primeros rayos aparecen tímidos por el horizonte

Ya hemos hablado bastante de este icónico enclave, destino predilecto de miles de turistas y expatriados que, llegados de occidente, buscan reencontrase con esos añorados años de juventud que daban por perdidos desde hace décadas.

Bien es cierto que en los últimos años se ha diversificado la oferta turística. Son muchos los viajeros convencionales que se acercan a Pattaya a disfrutar de ese parque temático que es Walking Street. Y también del sol, la playa y de la visita a otras atracciones que la ciudad ofrece como son santuarios, templos y mercados. 

Pero, no cabe duda, que el mayor reclamo de la ciudad siguen siendo el alcohol y el sexo, el combustible con el se mueven los resortes que dan vida a la noche (aquí y en cualquier otro lugar del mundo).

La ciudad es un hervidero de chicas y hombres maduros. Mujeres que al caer la tarde corren presurosas a bordo de sus scooters a cumplir con sus obligaciones laborales al bar de gogós de turno. Otras ya lucen sus mejores galas para apostarse a lo largo de Beach Rd. Estas últimas son «freelancers» que ejercen por libre la profesión más vieja del mundo. 

Los más madrugadores galanes salen de sus apartamentos y hoteles, toman el «bath bus» y marchan a beber la primera cerveza. Alguno se dirige sin dilación a la «calle de la playa» en busca de compañía.

Los clubes, beer bars, bares de gogós, de freelancers, bares de deportes, restaurantes, terrazas y puestos callejeros comienzan el ritual de cada noche. Las hordas de turistas, mochileros, expatriados y chicas (muchas chicas) van tomando posesión de sus dominios.

808. Discotecas Walking Street Pattaya

Pedimos una cerveza, tiramos los dados sobre el gran tablero de juego que es la ciudad de Pattaya y » alea jacta est», la suerte está echada. Volvemos al hotel con alcohol de más corriendo por nuestras venas. Con suerte, una bonita señorita, encaramada a unos altos tacones, se contonea a nuestro lado mientra las primeras luces del alba dibujan su silueta. La ciudad se despereza entre kíkirikis, murmullos y el ruido del tráfico. Al farang* y a su local damisela les esperan los placeres del encuentro sexual, el descanso en una firme cama thai y una resaca cada vez menos llevadera.

¿El día sigiente? Pattaya de día. Parejas de enamorados

Pero no todo es la noche en Pattaya, no. Cuando ya llevas un tiempo disfrutando de las mieles del ocio nocturno y durmiendo la mona casi todo el día, se hace necesario un cambio de rumbo. Sobre todo si no tienes veinte años.

Quieras o no, el interés disfrazado de galantería, coqueteo, afecto, amistad o incluso amor va emparejado a solitarios forasteros que peinan canas con menudas mujercitas de ojos rasgados. Nada es lo que parece, pero, ¿a caso importa?, ¿es diferente en nuestros países de origen?, ¿qué es el amor? El amor es sólo un sentimiento temporal que se nos escurre entre las manos como granos de arena. Finalmente, solo queda, entre nuestros dedos la amistad, el afecto y el mutuo interés.

Sin duda, debemos de ser muy ignorantes e ingenuos para pensar que esa bonita muchacha es «Pretty Woman» en versión oriental, y que somos el Richard Gere que la aparta de la mala vida a la que se ha visto abocada por el destino. El que así piensa está perdido.

No obstante, la mayor parte de farangs y chicas son conscientes de cual es el papel que desempeñan. Saben que todo es un juego, un teatrillo, un simulacro de relación, un aparente noviazgo juvenil. Y no importa. Ellas consiguen unos ingresos extra, salen de compras, duermen en buenos hoteles, comparten el día con un tipo que las trata bien, las invita a cenar y que en la mayoría de los casos es bastante más amable que un nativo.

Ellos reviven aquellos tiempos que creían  en el pasado, recuerdos difusos de una juventud perdida. Con una larga vida de matrimonios, fracasos sentimentales, duras jornadas laborales, sinsabores y éxitos, encuentran en la dulce voz de una mujer thai -una hooker, al fin y al cabo- el refugio en el que dar unas últimas caladas a la vida.

Nada hay de malo. Es un intercambio comercial vestido de relación sentimental. Todo irá bien mientras no lo olviden.

Y llega el día a Pattaya, las pareja que el azar y la noche unió salen a la luz. Ellos con sus bermudas y sandalias, ellas con sus jeans o cortos vestidos. Cogidos de la mano con ternura comparten miradas de complicidad e ingenuas palabras en un tosco inglés. El tiempo pasa lento en el trópico. Tras la visita a un centro comercial en el que compran alguna bagatela, van a almorzar a cualquier restaurante thai. Toman un café y se preparan para una nueva noche de neón, humo, calor y sudor bajo la luna que se refleja en las tranquilas aguas que bañan el golfo de Tailandia.
 

 

«Hay ocasiones en que cuantos nos rodean no merecen sino un poco de comedia. Seamos, entonces, un poco farsantes»

Benjamín Jarnés

*Farang: Palabra que se usa coloquialmente en Tailandia para referirse al occidental de piel blanca.

Así era y así será Pattaya tras la pandemia. Mientras tanto sólo nos queda esperar.

¡Buen Viaje!

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